5 hábitos importantes

Ahora que ya se ha acabado el NaNoWriMo (o el mes de Noviembre, para las personas que no escriben), no hay que perder ni el entusiasmo ni los hábitos que hemos aprendido durante estos horribles, agotadores, maravillosos 30 días. Muchos de vosotros lo habréis conseguido (os doy mi enhorabuena y poséis mi máxima admiración) y a otros os habrá salido la vida al encuentro para distraeros y entorpeceros. Por eso, os traigo algunos consejos para llegar a las 50.000 palabras el próximo año, de un estudio de 2012 que hizo Rescue time.

Espero que no tengáis problemas con el inglés (porque es el idioma principal del mundo y estaríais perdidos en esta vida). ¿Estáis de acuerdo? ¿Cuál ha sido vuestra experiencia en el NaNoWriMo de este año?

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NaNoWriMo: ¿De qué hablamos?

-Os doy exactamente una semana para meditar y decidir apuntaros- ¡Mucha más información en la web! Y también en Wrimo, el blog no oficial en español… Aunque si eres bueno con el inglés, puedes ver también el blog oficial. También encontrarás testimonios que os pueden ayudar a decidiros o palabras para levantar la moral en el flaqueo de grandes autores. Por si algo no queda claro en esta entrada, podéis ver la descripción original de qué es en español, aunque muchas de las citas que encontraréis vienen de ahí.

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Con el frío, llega la necesidad de acurrucarse con una manta y una taza humeante… y este reto es la excusa perfecta para tener también un cuaderno de escritura en tu regazo. ¡Bienvenidos al mes internacional de la novela!

¿Qué es el NaNoWriMo?

Literalmente, significa «National Novel Writing Month» (El mes nacional de la escritura de novelas). Es un reto de internet para escritores, que consiste en escribir una novela de 50.000 palabras (impone el número, pero solo son 175 páginas) en un mes, noviembre. Es una carrera contrarreloj, o maratón literario, que recorre el mundo, con cada vez más personas dispuestas a sumarse al reto.

Come, duerme, lee y ESCRIBE

Come, duerme, lee y ESCRIBE

NaNoWriMo es para todos aquellos que han pensado vagamente en escribir una novela pero se han amedrentado por el tiempo y el esfuerzo envueltos.

Como tienes una hora tope para mostrar tu trabajo, del 1 de noviembre a la medianoche del 31, 30 días exactos, lo que consiste en este reto es hacer, hacer, hacer. Sin importar que sea basura (ya que nadie lo va a leer). Se resume básicamente en comer, dormir y escribir (e ir a clase si eres estudiante, por favor, no desatiendas tus obligaciones).

Debido al tiempo limitado para escribir, lo ÚNICO que importa en NaNoWriMo es la producción. Es cantidad sobre calidad. Este enfoque suicida te obliga a bajar tus expectativas, tomar riesgos y a escribir sobre la marcha.

¿Por qué? :

¡No hay tiempo para descansar! Solo CREA

¡No hay tiempo para descansar! Solo CREA

«¡Las razones son infinitas! ¡Para participar activamente en una de las formas de arte más encantadoras de nuestra era! Para escribir sin obsesionarte por la calidad. Para hacer referencias oscuras a pasajes de nuestras novelas en fiestas. Para poder mofarnos de los novelistas profesionales que pierden y pierden el tiempo, tardándose mucho más de 30 días para producir su trabajo.»

No te engañes: vas a escribir mucha basura y eso es algo positivo. Al obligarte a escribir tan intensamente te permites cometer errores. Te permites olvidarte de hacer interminables ajustes y ediciones, y sólo crear. Te permites construir sin derribar.

Permitidos los errores de toda clase en estos 31 días… Después de todo, vas a tener 11 meses restantes para corregir🙂

Y, como dato, muchos libros ahora publicados fueron en su día un reto de NaNoWriMo… ¿Por ejemplo? «Agua para elefantes» de Sara Gruen y «Cinder» de Marissa Meyer.nanowrimo_wallpaper_by_texnical_reasons-d5ixw19

¿Y lo mejor de todo?

El apoyo que recibes. Digamos que existe la crisis de la segunda semana, cuando se te ha evaporado el entusiasmo y estás a punto de tirar la toalla… ¡Pues siempre va a haber alguien ahí que está pasando por las mismas alegrías y penas! Y durante noviembre, cada miembro expresa sus mensajes de apoyo, hasta que te azotan como una ametralladora de optimismo. Además de la experiencia que te llevas y del orgullo contigo mismo de haber escrito una novela en tiempo récord.

Comenzaron el mes siendo mecánicos, actores desempleados y maestros de inglés en la escuela secundaria. Terminaron el mes siendo novelistas.

Un saludo a todos los interesados y mi incondicional apoyo… ¡Nos vemos en NaNoWriMo en una semana!

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¿Final abierto?

Como escritora he aprendido a dejar mis libros bien cerrados gracias a mi experiencia como lectora. Porque, cuando te estás acercando al final de un libro, lo único que quieres es saber cómo terminará. ¿Consiguen el tesoro? ¿Con cuál de los dos chicos acaba? ¿Tiene un reencuentro emotivo con su hermano? ¿Muere? ¿Comen perdices? Son ese tipo de preguntas que, a medida que van pasando las páginas y el final se acerca cada vez a mayor velocidad, hacen que tu pequeño corazón de lector lata demasiado rápido. Por eso, en mi opinión, es realmente desagradable, mísero, lacerante y exasperante que la última hoja de un libro te deje con un final abierto.

Lauren Oliver, escritora de Delirium

Comprendo que es un buen recurso a la hora de vender una publicación: siempre se espera con ansia el siguiente volumen. Pero, cuando se acaba una saga, prácticamente es obligación del autor escribir el desenlace. No puedes tentarnos con la miel y en último segundo arrebatárnosla de los labios. O no puedes golpearnos con un mazo en el estómago, que se acerca más que el anterior ejemplo a lo que se siente con los finales abiertos. El libro puede acabar bien o mal. Es más, soy consciente que hay libros que deben acabar mal. Pero no puede, simplemente, no acabar.

La autora americana Lauren Oliver, conocida sobretodo por su saga Delirium, es experta en golpear a los lectores con ese mazo imaginario del que hemos hablado antes. Su disculpa es la siguiente: de niña, le encantaban los libros con final abierto porque de este modo, ella misma podía darle el desenlace que quisiera a través de su imaginación. Pero lo que la señorita Oliver no comprende es que lo que no se escribe, no existe. Después de los tres libros de Delirium, después de tenerme en vigilia, enganchada e incluso adicta a sus novelas, después de que éstas me hayan provocado en ocasiones una felicidad incondicional, un miedo férreo o un dolor indescribible, después de todo lo vivido, me parece que el final que nos deja llega a rozar la ruindad.

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44 consejos para jóvenes escritores

Como ya os habréis dado cuenta, ¡me encantan los consejos! Sobretodo de las personas que tienen cierta experiencia en un campo tan difícil como es escribir. Esto que he rescatado del gran tsunami que es internet, son nada menos que 44 consejos para jóvenes escritores. Comprobareis al empezar a leer que alberga una gran variedad de recomendaciones que toca un poco todos los aspectos, sobretodo en la descripción con éxito de sentimientos o imágenes difíciles a la hora de llevarlas al papel, pero que las experimentamos diariamente. Me encantaría dar crédito al autor, pero figura como anónimo ¡Ah! Cuando digo «jóvenes», no estoy hablando de una edad específica, ¡de verdad que no! Sino de personas con cierta inexperiencia mocedad en a lo que escribir se refiere.

  1. Copiar en fichas todos los finales que se nos ocurran para un relato así como sus inicios, probar todas las combinaciones posibles y elegir la más eficaz.
  2. Contemplar la vida, los hechos, los sentimientos, las cosas, las palabras… con actitud de asombro, de extrañeza, y escribir a partir de las nuevas percepciones que así tengamos de todo ello.
  3. Inventar nuevas formas de enfocar nuestros actos cotidianos y escribir sobre ellos.
  4. Mirar los objetos de nuestra casa como si pertenecieran a otro mundo y escribir sobre la nueva forma de percibirlos.
  5. Inventar un mundo en el que las personas hablen con las cosas y las cosas hablen entre sí.
  6. De entre todas las ideas que se agolpan en nuestra mente, apuntar una; la más simple, la más atractiva o la primera que podamos atrapar, sin preocuparnos por perder las restantes en el camino.
  7. Es bueno relajarse unos minutos antes de comenzar a escribir, concentrarse en la respiración, para dejar fluir los pensamientos; coger al vuelo palabras que pasen por la mente y llevarlas a la página. 
  8. Se puede trabajar con listas existentes, tales como las del listín telefónico, la carta de un restaurante o la cartelera de los cines.
  9. Plantearse la mayor cantidad posible de formas de soledad existentes para desarrollar en un texto la que más nos conmueva.
  10. Observar lugares bucólicos y describirlos. Extraer noticias truculentas de periódicos sensacionalistas y ambientar los sucesos en dichos lugares.
  11. Estar alerta cuando nos sentimos angustiados para rescatar aquellas imágenes que dan forma a la angustia.
  12. Escribir sin estar pendientes del calendario, del reloj ni de lo que consigamos; simplemente, hacerlo.
  13. Escribir sobre un tema, elegido a conciencia, que nos produzca la más intensa e íntima liberación.
  14. Imaginar varias situaciones que ocurren en distintos lugares a la misma hora como método para contar algo desde distintos puntos de vista.
  15. Repetir un mismo itinerario mental en distintas ocasiones para comparar resultados y recoger la mayor cantidad posible de material vivencial.
  16. Imaginar un viaje de afuera hacia adentro y otro de adentro hacia fuera de uno mismo y escribir «durante» el viaje.
  17. Planificar un viaje interior por el territorio que sea más propicio para las representaciones imaginarias.
  18. Practicar el aislamiento durante un período programado de tiempo que puede ir desde un día completo hasta una semana, un mes… y anotar lo que experimentamos en ese lapso.
  19. Escribir un texto a partir de la comparación de dos realidades: recuerdos, sueños, experiencias vividas, sonidos, perfumes…
  20. Escribir un texto a partir de semejanzas y diferencias que resulten de compararse uno mismo con otra persona.
  21. Encontrar las palabras que más placer nos produzcan o más significaciones nos provoquen para constituirlas en componentes de una imagen.
  22. Apelar a nuestros sentidos diferenciando aromas, sabores, sonidos, observaciones y sensaciones táctiles de todo tipo para incluir en nuestra lista para constituir imágenes.
  23. Dividir un objeto en el mayor número posible de piezas que lo componen para jugar con ellas en un texto, llamando al objeto por el nombre de algunas de esas piezas o partes.
  24. Inventar situaciones, personajes, conceptos que nos permitan transgredir las funciones del lenguaje.
  25. Reunir todo tipo de géneros y discursos y a partir del contraste entre dos de ellos, para constituir una narración: noticias periodísticas, telegramas, poemas, diálogos escuchados al pasar, etcétera.
  26. Analizar todo tipo de palabras buscando la mayor cantidad de explicaciones posibles que en torno a ellas nos aporta material para un texto o nos permite, directamente, constituir el texto.
  27. Inventar imágenes inexistentes, con mecanismos similares a los productores de frases hechas, y desplegarlas literalmente en un texto.
  28. Tomar una idea conocida y asombrarse frente a ella como si nos resultara desconocida como método para conseguir material literario.
  29. Coleccionar refranes de distintas procedencias para trabajar con ellos en un texto.
  30. Inventar refranes y jugar con su sentido literal.
  31. Prestar atención a los episodios cotidianos, y convertir cada mínimo movimiento ocurrido en un espacio común -un bar, el metro, un edificio, la playa- en un episodio capaz de desencadenar otros muchos.
  32. Elegir momentos a distintas horas del día y describir todo lo que sentimos y lo que sucede a nuestro alrededor, más cerca y más lejos.
  33. Inventariar palabras a partir del alfabeto y crear entre ellas un itinerario, el esqueleto de una historia.
  34. Tomar todo tipo de secretos: un «secreto de familia», un «secreto de confesión», «el secreto de estado», «el secreto profesional», como motores de un texto.
  35. Hurgar en nuestro mundo interior, rescatar de él algún aspecto que no nos atrevemos a expresar y ponerlo en boca de un personaje.
  36. Confeccionar una lista de afirmaciones y otra de negaciones como posible material para un texto en el que se omita algo específico.
  37. Invertir el mecanismo lógico: secreto/confesión, es una manera de enfrentar la ficción. En consecuencia, partir de una confesión para luego inventar el secreto. 
  38. Emborronar folios durante diez minutos exactos cada día. Al cabo de cada mes (y por ninguna razón antes) leer lo apuntado. Dicha lectura constituirá una grata sorpresa para su autor. Dado que escribió asociando libremente, el material acopiado será heterogéneo y muy aprovechable para ser transformado en texto literario.
  39. Contar lo diferente y no lo obvio de cada día.
  40. Trazarse un boceto de escritura «en ruta» y atrapar las ideas susceptibles de ser incorporadas a nuestra futura obra.
  41. Recopilar anécdotas ajenas y apropiarse de algún detalle de cada una o de su totalidad.
  42. Del intercambio de textos con otros escritores pueden surgir propuestas y comentarios reveladores.
  43. Imitar una página del texto de un escritor consagrado y comprobar el ensamblaje de las palabras.
  44. Rescatar la espontaneidad del niño. Jugar y crear con todo lo que se tiene a mano.

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Libro de trucos para escritores

Iria López Teijeiro es una autora española y creadora del blog (y editorial) Literautas. Hace poco (más o menos), ha sacado un libro llamado Saca al escritor que llevas dentro.

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Lo recomiendo encarecidamente a todos los escritores. En él no solo hay un poco de teoría básica, sino que se compone de 101 ejercicios de práctica. Se dice rápido, ¿eh? Pues es el mejor estímulo que he encontrado en mi vida de escritora. Ha sido como toparme de frente con un motor de arranque. Para que podáis ver a qué me refiero, os dejo para que leáis las primeras páginas (con ejercicios incluidos). 

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El decálogo para escribir un libro, de Dolores Redondo

Dolores Redondo (San Sebastián, 1969) es la autora de El guardián invisible, que se publicó en enero de 2013 simultáneamente en las cuatro lenguas oficiales del Estado, vendida en 17 países, y forma parte de la Trilogía del Baztán.

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El texto son palabras textuales de la autora, pero cuando he querido añadir algo de cosecha propia o alguna explicación, lo he puesto entre paréntesis.

1 Si vas a escribir una novela, sea del género que sea, lo primero que necesitarás es un firme propósito, si no lo tienes no lo conseguirás, porque a menudo te fallarán las fuerzas y sólo si tienes una decisión firme llegarás al final.

El segundo es el más fácil, un par de resmas de folios y un paquete de bolis. Hay mucha tontería en torno a este oficio y muchos te dirán que necesitas esto y lo otro, pero te están engañando, amigo/a: decisión, folios y bolis.

3 Documéntate bien, pero no demasiado. Está bien que hagas una especie de inmersión a la época, la zona, las costumbres, un mapa sobre el que moverte con comodidad, pero no tienes que explicar al lector todo lo que sabes sobre armas, autopsias, o prácticas sexuales de golfas de puerto. No estás escribiendo un manual, si el lector quisiera eso habría ido a otra sección de la librería.

4 Usa el lenguaje adecuado, las palabras están ahí para que las uses y hasta las llamadas (injustamente) malsonantes, tienen su hueco en literatura. Ya sabemos que estamos muy leídos y versados en la flor y nata de la literatura, y que conocemos palabras de esas que nos hacen parecer “más guapos”. Olvídalas, la mayoría de las veces la primera palabra que acude a tu mente es la adecuada, y del mismo modo que en ti, en el lector evocará una idea clara y directa.

5 Lee. No podrás escribir si no lees, pero no sólo para documentarte. Lee goloso, con ese placer que proporciona el descubrimiento, y no necesariamente del mismo género, lee otras cosas, lee a los clásicos, no hay nada nuevo bajo el sol, y descubrirás un mundo muy rico que te hará crecer como escritor.

Se necesita soledad. Leer es una de las mejores formas de estar solo que conozco. La otra es escribir.

6 Sé honesto. Escribimos ficción, tú lo sabes, yo lo sé y lo que es más importante: el lector lo sabe. ¿Y cómo vas a conectar con un lector que sabe que lo que escribimos no es cierto? Sé honesto en lo único que tenemos en común todos los humanos (menos los psicópatas): los sentimientos. Atención, no confundir con las emociones, de esto los psicópatas si tienen. Ellos las confunden, no lo hagas tú (Explicación: las emociones son un conjunto de respuestas químicas y neuronales. El sentimiento en cambio es el resultado de una emoción, sería el vehículo que utiliza la emoción para expresarse, es más racional, la persona que tiene conciencia de un sentimiento tiene acceso al estado anímico propio).

7 No engañes al lector. Cito a la reina del crimen Agatha Christie: “La mejor receta para una novela policíaca, el detective no debe saber nunca más que el lector”. Los listillos nos revientan a todos. Deja que tu investigador y el lector descubran, se frustren y sufran a la vez.

8 Interpreta las escenas y diálogos. Puede parecerte una tontería -y de hecho al principio uno se siente un poco tonto cuando lo hace-, pero comprobarás in situ, del mismo modo que lo hacen los investigadores, si tu “teoría” es viable. Que no te extrañe que más de una vez descubras que “no se puede hacer así” o que las respuestas o posición de tus personajes en la escena no permiten que los hechos se desarrollen como habías planeado. (Es cierto que en cada escena tienes que saber de antemano en cómo tiene que desembocar y guiar a tus personas hasta ella. Pienso que para este punto es bueno leer las escenas en voz alta. Se descubren muchos más errores de esta manera que leyendo para uno mismo).

9 Lo que importa es la historia. No te pierdas en tecnicismos rimbombantes. Ten en cuenta que has de entender primero cualquier cosa que expliques al lector. ¿Recuerdas a aquel profesor que explicaba del libro y no se lo sabía? Pues eso. Cuenta primero esa historia que llevas dentro, luego ya la harás cuadrar.

10 Dales un buen final. Cito al maestro Stephen King: “Ninguna historia puede ser buena sin un buen cierre”. Esta idea también es suya: “A nadie le gusta leerse una novela de 400 páginas para que el protagonista al final muera”. Esta es mía: No seas cruel con el lector, no olvides nunca que esto es sólo una novela y el lector tiene, sobre todo, que disfrutar.

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El círculo de la frustración

Es muy fácil de explicar y muy difícil de salir de él. Básicamente, se resume en esto: «Como no me sale, me frustro. Y como me frustro, no me sale. Y como no me sale…«. Una broma bastante pesada de nuestro cerebro, ¿verdad? Es lo peor que le puede pasar tanto de un artista -bailarín, pintor, escritor…- como a una persona corriente. Nos ocurre absolutamente a todos los seres humanos: «Querer y no poder». Y todo por seguir el camino de la frustración.

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Y no es solo que nos sintamos mal, sino que acarrea consigo muchas dudas, que acaban en una bajada importante de autoestima. En el caso de los escritores, esto desemboca en demasiadas ocasiones en el bloqueo creativo.

Así que para no quedarnos en este círculo vicioso, tenemos que hablar de la ACEPTACIÓN.

Hace poco me leí un libro muy bonito, «Martes con mi viejo profesor» de Mitch Albom. En uno de sus capítulos Morrie, el viejo profesor, hablaba de desprenderse de los sentimientos; desprenderse de ellos. Para ello, uno tiene que sentir esa emoción, aceptar y asumir que la está sintiendo, notarla y, por último, decir: «Bien, esto es lo que se siente. Ahora me desprendo de esto.» Al ya saber como es la sensación, como te sientes al sentirla, ya puedes abandonarla y… A otra cosa, mariposa. Probado. Es muy útil para los sentimientos negativos, pero hay que tener un buen dominio de uno mismo para poder obtener buenos resultados.

¡Alto! No nos detengamos en esa imagen derrotista. Olvida el ¿qué pasa si no lo consigo? Y pregúntate: ¿cómo supero ese obstáculo?, ¿puedo vivir sin lograr lo que me propongo?, ¿podré vivir sabiendo que podría haberlo hecho y ni siquiera lo he intentado? Así, se empieza a aceptar un futuro error, o la posibilidad de éste. Tras aceptar, viene superar. Saltar el problema que no te deja avanzar.

Para terminar: RESILIENCIA. Es mucho más que la capacidad de resistir. Es aguantar a períodos de situaciones adversas y no solo eso, sino que demostrar tras ellos, eres más fuerte.¿Por qué nadie conoce esta palabra?

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Estudio de la primera persona

A continuación os voy a mostrar un estudio sobre hacer tu narrador en primera persona: ventajas, inconvenientes y formas para ir más allá de las limitaciones que implica. Como ya expliqué en esta entrada, puede haber narrador protagonista, testigo o transcriptor. 

LO BUENO, LO MALO… y lo intermedio

2REdConexión protagonista-lector y empatía BOTONbueno

Una conexión entre protagonista y lector es vital para que éste se vea enganchado a la lectura. El que se crea cuando tenemos un narrador protagonista es muy fuerte, porque se encuentran en un ambiente muy íntimo, casi como si estuvieran cara a cara: uno contando su historia y el otro escuchando (en realidad, leyendo, pero ya me comprendéis). Gracias a que le cuenta TODO, pensamientos y sentimientos incluidos, logra una empatía. El lector no tiene porque haber pasado esa situación, pero puede comprender la forma de reaccionar del protagonista.

Ese desconocido del principio BOTONmalo

Al comienzo de tu novela, siempre verán a tu protagonista como «ese desconocido». No saben quien es. El arduo trabajo que le corresponde en ese momento a tu personaje es darse a conocer con bastante precisión, para que no sea un anónimo nunca más. Es aconsejable que el lector lo empiece a conocer en la primera escena, para que se pase cuanto antes la sensación de extrañeza.

Visión subjetiva en todo momento BOTONneutro

¡Cuidado! Aquí tenemos algo bueno y algo malo:

Hace que te metas en su mundo y que llegues a conocerle muy bien. Al conocer todas sus razones a la hora de actuar, creas con él una conexión de empatía muy fuerte, no le conoces solo por sus acciones. Pero (y aquí viene lo malo) al ver todo por los ojos de una sola persona corres el riesgo de perderte las opiniones de todos los demás. Siempre verás todo distorsionado por los pensamientos del protagonista, no puedes esperar una visión objetiva de los acontecimientos. Puede a veces ser demasiado introspectivo y explicar todo con un monólogo interior, por lo que no da paso al diálogo y la acción (que es lo único que se tiene para saber qué piensan los demás de él).

Credulidad BOTONbueno

Como es el propio protagonista el que te cuenta su historia, no puedes discutirle nada. Él lo ha vivido, y eso hace que no le puedas replicar nada (aunque sea una historia de fantasía inverosímil), porque te está contando todo directamente. Aunque sea un poco estúpido, tu cerebro te grita: «¡Esa persona ha estado allí y tú no! ¡Créela!». Obviamente, no te lo crees (de forma literal), pero es mucho más difícil poner pegas cuando alguien te está contando algo de primera mano.

Se necesita alguien cautivador BOTONmalo

No puede ser mediocre. Todos hemos leído una novela que es completamente arruinada por un narrador protagonista que no tiene chispa. Y lo que no tiene chispa, aburre. Si no estás seguro que tu protagonista tiene dotes para la narración y es de verdad excelente, es mejor que te replantees la voz de la historia y pongas a un narrador en tercera que desvíe la atención de sí mismo, que pase un poco más desapercibido. Para que tu protagonista sea el que cuente su anécdota, debe tener algo. Y ese algo es una personalidad cautivadora.

Simetría del habla BOTONmalo

Recordemos que tu personaje y el narrador son la MISMA PERSONA. Por eso, ambos tienen que tener un determinado modo de expresarse, condicionado por su edad, sexo, formación… A no ser que sea un narrador en pasado. Personalmente, me parece que escribir en este tiempo es una gran ventaja, porque al contar una historia que le pasó antiguamente, el narrador puede haberse curtido con el paso de la vida y ser mucho más sabio ahora que antes, lo que se muestra en su vocabulario y opiniones.

Esas escenas donde no está involucrado BOTONneutro

Cuando no está presente es muy (pero que muy) difícil explicar qué ha pasado, porque supuestamente, nuestro personaje no puede saber nada. Lo bueno es que hay varias maneras de superar esto, muy eficaces y recurridas por los grandes, que aportan algo de variedad en las escenas.

  • Método «La carta»: Utilizado en todas las novelas de Jane Austen. Sencillo y a la vez, muy efectivo. El protagonista recibe una carta de otra persona, donde ésta le cuenta la escena que se ha perdido (suele ser del periodo que han pasado separados o un acontecimiento pasado). Se puede sustituir «La carta» por «La llamada telefónica», pero ésta precisa de diálogo, mientras que el encanto de la carta es que solo se cuenta la experiencia de una persona, sin interacciones. Ventajas: 1. Se ve la perspectiva de otro personaje 2. Se ahorra tiempo 3. La información llega sin modificar.
  • Método «Consigue un topo»: Muy parecido a la carta, pero sin instrumento intermediador. Es un personaje que corre a contarle los hechos al protagonista. Hay un diálogo entre ambos y se puede jugar con las palabras, el tono de voz y las expresiones corporales.
  • Método «Yo sé cosas»: Solo lo veo posible si tenemos al narrador en pasado. Consiste en que el propio protagonista cuente la escena… Digamos que por ciencia infusa. Es decir, él no estuvo allí, nadie se lo ha contado, pero damos por hecho que por ser el narrador «sabe cosas». Es un cambio de voz a Omnisciente. «Mientras que yo descansaba en aquella habitación tan lujosa, en el piso inferior estaba pasando lo inimaginable. Un ladrón se había colado por la ventana que la criada había dejado abierta seguramente pensado que de este modo el viento se llevaría todo el mal ambiente que se había formado en la casa«. Por poner un ejemplo, este método se usa mucho en Fairy Oak.

Y físicamente… BOTONmalo

Uno de los puntos más apremiantes para conocer al protagonista, a primeras, es saber qué aspecto tiene. La personalidad se va descubriendo a medida que pasan los capítulos, pero rara vez pasa lo mismo con el físico. Preferimos decirlo de tirón para que el lector sepa bien qué se tiene que imaginar. Lo malo del narrador en primera persona es que no puede describirse a si mismo de una manera objetiva. No puede decir lo guapo que es, aunque lo sea de verdad, porque sino caería mal. La única manera de que sepamos que es atractivo, sería por lo que dicen/hacen los demás.

«Mis piernas son largas y delgadas, y estoy muy orgullosa de ellas por lo que me gusta ponerme minifalda. A la mayoría de chicos también les gusta que la lleve«. ¿Qué piensas de esto? Que esta niña necesita dos tortas para que se le baje la tontería, porque peca de vanidosa. ¿Y si es verdad y es una barbie viviente? En muchos libros pasa que la protagonista es guapísima. Se puede optar por lo contrario y encubrir la belleza: «Mis piernas son extremadamente largas. Intento con todas mis fuerzas ocultarlas, pero ya de pequeña me llamaban la araña muchos chicos de mi clase. No sé si es un apodo bueno o malo para ellos, pero a mí me parece repulsivo«. De esta manera se puede ocultar con modestia una virtud física.

En la descripción física, hay que evitar los clichés. Sobretodo el famoso «Me miré al espejo y vi…» Si estás convencido en añadir una escena así, asegúrate de que sea algo original.

Próximamente: entrada sobre como describir.

El juego del lenguaje corporal BOTONbueno

Siempre es entretenido jugar con el lenguaje corporal para reforzar lo que dicen nuestros personajes, y en el hecho de narrar como protagonista lo hace mucho más divertido. También se puede mentir de forma no verbal de una manera mucho más eficaz que con las palabras. Al tener al lector dentro de la mente del protagonista, el cuerpo y todo lo que decimos por él se vuelve casi esencial. No solo eso, también lo que nos dicen los demás personajes a través de los suyos. Comprendemos que al haber desechado la carta del narrador omnisciente, no sabemos lo que les ronda a los demás por sus cabezas, por eso sus actos (incluso más que sus palabras) son nuestra baza para conocerlos.

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Tipos de personajes: «Según…»

Los personajes serán aquellos que impulsarán la historia hacia delante, por lo que tienes que conocerlos a fondo…, y no sólo la personalidad, sino también cómo los puedes catalogar. A continuación, os pondré los tres grupos donde tienen que entrar cada personaje: según la intervención, según la precisión y según la evolución.

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Según la intervención

  • PRINCIPALES: son los personajes que tienen que aparecer obligatoriamente en la nuestra historia. Se clasifican en protagonista (al que le ocurre los hechos) y el antagonista (aquel que se interpone entre el protagonista y su objetivo). Me diréis: ¡a veces no hay antagonista! Bien, sí lo hay. Sin él, no habría trama. Lo que pasa es que a veces no es una persona, sino una fuerza antagónica (una maldición, una enfermedad…) que concuerda con la definición que os he puesto arriba.
  • SECUNDARIOS: aunque no son estrictamente necesarios, ayudan a que la historia desemboque en el desenlace. No se les puede considerar personajes bulto (también llamados terciarios, que son aquellos que aparecen en un par de escenas por necesidad, y que no necesitan más que un vistazo general. Por ejemplo, la camarera que le sirve el café al protagonista). Como decía, no son bulto, porque tienen una personalidad honda y una parte activa en la historia. Simplemente, dicha historia sobreviviría sin ellos.

Según la precisión

  • PERSONAJES TIPO: aquello que muestras unas características genéricas, es decir, propias de una determinada edad o grupo social. Estos personajes son utilizados sobretodo en las fábulas, para que la enseñanza sirva para personas de todos los tiempos y lugares. Por ejemplo, en Caperucita roja, se ve a una niña normal para su edad: desobediente (al no hacer caso de su madre en lo referente a hablar con extraños) y distraída (porque se detiene por el bosque recogiendo flores). Así, la moraleja «obedece a tu madre» sirve para todas las niñas del mundo, porque se ven identificadas con Caperucita.
  • PERSONAJES INDIVIDUALIZADOS: son los personajes con rasgos específicos, que le hacen ser como es. Por ejemplo, si Caperucita hubiera sido una niña pirómana y con una obsesión por las prendas de seda, sería un personaje más profundo, con gustos particulares, miedos y manías que le harían diferente a todas las demás niñas.

Según la evolución

  • PLANO: son esos individuos que no modifican su personalidad a lo largo de la obra, ni sacan una enseñanza al finalizar esta. Por eso, son personajes que no tienen parte activa en la trama. Serían, por ejemplo, el compañero de piso (que con su desorden saca de quicio al protagonista, pero que aparece oportunamente para darle una charla sobre amor). Suelen estar cargados de tópicos, así que si es el típico chico gordito y friki de los videojuegos, es bien recibido y no se le tacha por cliché.
  • REDONDO: la primera regla de los personajes redondos es que han de ser completos. Tienen una vida y una personalidad profunda y se modifican a medida que pasa la historia. Un buen personaje es aquel que aprende y cambia (como cualquier persona en la vida real).

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Tipos de narradores a tener en cuenta

Estos son los tipos de narradores que puede haber según el punto de vista. Es muy importante tenerlo en cuenta para saber cual de ellos se adapta mejor a tu novela. Aconsejo que en cuanto hayas encontrado el narrador que deseas utilizar, solo leas libros con ese tipo, para que te acostumbres a ese tipo de voz.

No se debe confundir el narrador con el autor. El autor es quien escribe la historia mientras que el narrador es un emisario imaginario enviado por el escritor que cuenta la historia.

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1. Primera persona

Narrador protagonista: es el personaje principal, que cuenta los hechos que le ocurren. Como todas las voces de la primera persona, aporta credibilidad y empatía, pero hay que tener en cuenta que a menudo no conoce toda la información de la historia, aunque puede tener intuiciones, y tiene una visión subjetiva. Se usa este narrador en Los viajes de Gulliver del autor J.Swift.

Narrador testigo: aparece en la historia como personaje secundario pero centra su atención en el protagonista, aunque mantiene su visión subjetiva. Un ejemplo es Sherlock Holmes, porque la historia la narra su ayudante, el dr. Watson.

Narrador transcriptor: aunque sigue siendo en primera persona, es un personaje que transmite los hechos de otro. Como no ha participado en la historia activamente, apenas atrae la atención a sí mismo. Entra en este grupo Don Quijote de la Mancha, porque utiliza a veces su voz en primera persona («… de cuyo nombre no quiero acordarme…»), aunque no es un personaje de la historia.

2. Segunda persona

Es la voz menos utilizada por su complejidad. Al ser narrador y personaje al mismo tiempo, desdobla su personalidad para hablar consigo mismo. Involucra al lector de manera que se sienta el protagonista de la historia. Si quieres leer algún ejemplo, puedes encontrarlo en Señas de identidad. Saco un pequeño ejemplo:

“Gracias a ellos habías aprendido a amar tu ciudad (cosa sorprendente en un carácter difícil como el tuyo este amor mantenido a lo largo de los años hacia unos lugares y unas calles descubiertos sólo al filo de la juventud)”.

3. Tercera persona

Narrador observador: aquel que solo conoce lo que ve y oye, no puede meterse en el interior de los personajes. Permanece con un punto de vista objetivo.

Narrador omnisciente: dentro de la tercera persona es el narrador más común porque además del exterior, conoce el mundo interior de los personajes, así que puede hablar sobre sus sentimientos y pensamientos y dar una versión más completa de la historia. Es la voz que más se puede identificar con el escritor. Como ejemplo dejo Laila Winter.

Narrador equisciente: enfoca a un solo personaje y tiene visión objetiva de la historia, por lo que no da su opinión. Nos cuenta lo que le pasa o siente dicho protagonista, pero no lo que se les pasa por la cabeza a los otros personajes. Se usa este narrador en Donde los árboles cantan, de Laura Gallego, porque solo se centra en Viana.
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